viernes, 11 de julio de 2008

Estúpidas fronteras bananeras

Y que decir, ha sido un largo y cansado trajín esto de llegar a la Argentina, particularmente acá a Santiago del Estero. Todo iba bien hasta la incertidumbre que significaba no tener un bus previamente anunciado que me llevara de La Paz a Salta, es decir, cuando compré mi boleto a Salta con una empresa boliviana, en la estación en La Paz, el empleado me citaba media hora antes de la partida para "llevarme a donde el bus, por que luego se pierden". Y bueno, ahi estaba a la hora fijada y ninguna pista del empleado, ahí empecé a dudar.

Total, después de un recorrido nervioso por la terminal logré dar con el tipo, Giancarlo me ayudó a registrar mi equipaje y subi con complicaciones a un intestado y descuidado autobús. Y bien, el viaje empezó, el motor rugió y emprendimos el camino hacia Oruro, una de las paradas obligadas del viaje. Antes de eso, pasamos a El Alto, zona marginal de La Paz, donde empecé a sentir sed, pero decidí no bajar a comprar nada por que ello implicaba dejar mis cosas en el bus a merced de los dueños de lo ajeno, y no es que desconfiara de los bolivianos, no, no era nada particular, sino que desconfío en general de todos, jajaja.

Total, me dije a mi mismo que nadie moria por no tomar agua una noche. El bus partió, y yo me reacomodé, digo, yo y mis cosas, una mochila, una maleta y la guitarra. A mi lado, un señor con la boca verde producto de las hojas de coca que nunca dejó de masticar durante todo el viaje hasta Villazón (pueblo limítrofe boliviano con La Quiaca, Argentina), al principio no me importó, pero la incomodidad producto del olor se hizo presente a los pocos minutos, ip!

Y bien, el viaje seguía, llegamos a Oruro y el frio altiplánico comenzaba a mermar, y cada vez se volvía mas duro, la noche se hacia presente y el viento disminuía la ya mermada temperatura. La noche entera apenas pude conciliar el sueño, producto del frío incesante, mis pies congelados parecían estar dentro de un balde de agua helada, mis piernas se entumecían a pesar de la ropa térmica y ni mi abrigo y chamarra me fueron suficientes para librar el frío boliviano.

Llegamos a un poblado en medio de la nada, para esto los caminos asfaltados habían concluido hace unos cuantos kilómetros. Nos obligaron literalmente a bajarnos del autobús para desayunar, tiritando de frío, trataba de hacer el balance para que mis veinticinco pesos bolivianos me alcanzaran para una bebida caliente, pan, cigarros y agua. Apenas logré que el café calentara mi cuerpo y que la pieza de pan me saciara salí a comprar cigarros pero la señora de un kiosko (tienda) malencarada dijo que no había, ni modo, sólo agua conseguí.

Subimos al bus, seguimos por el camino accidentado pasando rios secos y terraplenes que retrasaban el camino. Aproximadamente llegamos a las dos a Villazón. Me apuré a pedir mis cosas y me acerqué a la agencia que me había vendido mi boleto, para reclamar el bus que me llevaría a Salta. Los hijos de la chingada me remitieron a una agencia ubicada del otro lado de la frontera. Sería por las prisas de perder el bus o por que estaba cansado y quería cuanto antes llegar a la Argentina, fui hacia el lugar citado cargando con "mi cruz y mi calvario" (aproximadamente 50 kilos de equipaje). No bien llegue a la mitad del camino fui "socorrido" por un señor con un carrito que se ofreció a llevar mis cosas (digo "socorrido" por que igual tuve que darle las ultimas monedas bolivianas que tenía)

Lleguamos al puesto de control boliviano, el señor me esperó y yo temeroso del destino de mi equipaje fui a sellar mi salida del mentado país. El tipo de la oficina de migraciones dijo "hay un nuevo pasaporte mexicano" y yo "si, es plastificado, pero el mio es edicion anterior, no me joda". Viendo mi enojo selló el documento y salí apurado a seguir con el tramite del otro lado del puente de cruce.

La fila del lado de la oficina de migraciones argentina no era larga, pero la tardanza entre una persona y otra era bastante. Al final descubrí que unos jodidos europeos fueron la causa del atraso generalizado de viajeros, la mayoria bolivianos o argentinos que pagabamos la ignoracia de los militares encargados de la oficina.

Mi trámite no duró nada, ni cinco minutos, si se compara con las casi tres horas que estuve esperando en esa fila y en otra destinada a checar que no llevara fetos de llama, chuños u hoja de coca. La revisión del equipaje pasó sin mayores complicaciones que las que daban el sacar las cosas que tanto trabajo me costó acomodar. "De prisa"(las comillas son por que es dificil ir de prisa cargando 50 kilos a cuestas) me apuré a llegar a la estación de buses en La Quiaca para descubrir que mi bus obvio se había ido y que debía esperar otro de las ocho de la noche, para llegar a mi destino a las ¡¡tres de la mañana!! u otro a las once para llegar a las seis. Preferí la segunda opción.

Mi espera pudo haber sido menos desesperante si hubiera podido retirar dinero del cajero, pero no, los dos unicos cajeros del pueblo estaban descompuestos y en mi haber sólo tenía diez pesos bolivianos, que en argentinos significaban cuatro. Una leve comida y una llamada a casa fue lo que pude conseguir con tan magra fortuna. Mi espera en la terminal era desesperante y no podía concentrarme para leer ni para otra actividad que no fuera la contemplación. Por suerte, hice migas con una pareja de primos argentino-peruanos, y nos hicimos el rato menos arduo (ellos salían a la misma hora pero a Buenos Aires). Platicabamos de tonteras, de lo que haciamos en nuestros lugares de residencia y prometimos encontrarnos en la capital argentina.

A la hora indicada llegó mi bus, subí a el con ansia y me dispuse a dormir un rato, el cansancio en mi era evidente. El sueño lo concilié con trabas, pero recién sentí que el sueño concilié un retén argentino nos obligó a bajar con nuestras cosas para hacer revisión de rutina. Malencarado contesté al militar que me preguntaba mis motivos del viaje, y no se si fue mi actitud o que el retén era pura pantalla (por que vi que bajaban los militares paquetes forrados de cinta canela y los introducían al cuartel sin el menor reparo de los choferes del bus ni de otro militar presente) que no revisaron mi equipaje completo. Ya en el bus traté de seguir descansando pero en menos de lo esperado llegue a mi destino, la ciudad de Salta, siendo las cinco cuarenta, hora local.

Por falta de saldo suficiente no pude retirar dinero del cajero, viendome en ese apuro y sin un peso, tenía pocas opciones, tocar canciones mexicanas en la calle, traficar con tequila y souvenirs latinoamericanos, volverme vendedor de libros o ir a un hostal, descansar y arreglar mi situación financiera con auxilios desde México. Opté por la última y camine con mi carga hasta el primer hostal que divisé. Desayuné, me duché y al recostarme el cansancio me invadió y me quedé dormido. Por la tarde desperté y previa comunicación a casa logré resolver el problema financiero. Salí a sacar dinero, a comer, re-conocer la ciudad (dos años antes ya había estado ahí) y a comprar mi pasaje rumbo a mi destino principal aca en tierras australes, Santiago del Estero.

Por la noche volví, pague mi deuda con el dueño del hostal y me dispuse a descansar para salir a primera hora del día siguiente al lugar donde me encuentro ahora feliz, descansado y dispuesto a trabajar (academicamente hablando)


Y ya, esta es la letanía producto de las vivencias de los pasados días. Si, es queja, pero así es esto de los viajes.



♪ Regina Orozco - Canción Mixteca (por eso del "extrañamiento" del terruño,jajaja)

1 comentario:

Iván *El Gato Azulgrana. dijo...

Excelente relato. Que bien que ya estás dascansado y trabajando "académicamente hablando" jejejeje. Igual y hubieras probado suerte cantando algunas canciones mexicanas. Suerte!